Hoy fui con Azuma a conocer el KEK, haciendo realidad un sueño que tenía desde… desde que me enteré de que había dos aceleradores de partículas en el pueblito arrocero que es mi hogar. Como consta en el recuento de mi primer encuentro con este instituto, el lugar me intrigaba no solo por ser una de esas monstruosidades tecnológicas que uno no esperaría ver jamás en la vida, sino también por lo sonoro de los nombres de sus dependencias—en especial una llamada Photon Factory. Pues bien, hoy estuve dentro de la dichosa fábrica de fotones. Y fue genial.
Ahora, no pregunten qué hacían una talabartera y una tejedora de nudos marineros en un centro de investigación de altas energías. Algunos dirán que lo que a mí me interesa no es la ciencia sino los científicos, pero esa es una discusión que no viene al caso. Conocer un acelerador de partículas es una experiencia de esas que uno no sabe si tuvo o no porque quién sabe en qué momento es que uno resulta con un casco en la cabeza siguiendo una circunferencia gigante de tubos y cables y mandos de todos los colores mientras un señor explica cosas que uno no entiende en un idioma chistoso. Eso, por lo general, solo ocurre en fase MOR.
Lamentablemente la mañana voló y después de tomar un par de fotos en escenarios alucinantes tuve que regresar a mi vida normal para que me pagaran por escuchar a un Tesoro Nacional de por ahí ciento ochenta años de edad cantar unas canciones alemanas que le habían enseñado en el bachillerato.
Siguiente destino: la JAXA.
Si consigues esquivar a los robots tal vez logres llegar allá con vida.
[ Across the Universe — The Beatles ]
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