La semana más caliente del año

El truco de la ventana cerrada de día y abierta de noche solo funciona si la temperatura baja al caer el sol.

Después de lo que habían denominado el día más caliente del año, se produjo una cadena de días supuestamente frescos que, a la hora de la verdad, resultaban en tardes completamente abrasadoras. Los servicios de predicción climática fallaron una y otra vez; pasaron de pronosticar el futuro a expresar un anhelo colectivo. Finalmente la ciudad se sumió en un caldo espeso y pegajoso del que no parecía que fuera a emerger jamás. Anoche, al abrir la ventana en espera del dulce consuelo de la brisa vespertina, no encontré nada al otro lado. El aire estaba completamente estancado. Nuestra habitación se hizo inviable —llevaba así ya unas cuantas noches, a pesar de la juiciosa aplicación del método veraniego— y empezamos a acampar en la sala.

Esta mañana, cuando se acabó el tiempo que teníamos para exprimirle algunas gotas de sueño intranquilo, solo atiné a decir, derrotada:

—Qué noche.

Epílogo: Estoy escribiendo esto bajo el amparo de la capa marina que por fin se abrió paso y llegó a retomar su puesto. Corre sobre mis brazos una brisa suave, fría, deliciosa.

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