Misaki tuvo un accidente

Misaki volvió a la casa hoy tras una larga temporada en la clínica veterinaria. El mes pasado el perro de un vecino se le lanzó desde un garaje, rompió el vidrio de la puerta y un trozo le cortó la córnea del ojo derecho a nuestra perrita. No era la primera vez que ese perro atacaba, y ciertamente no fue la última. Incluso hoy intentó mandársele encima al golden retriever que siempre acompaña a Misaki en el camino desde y hacia la guardería.

Me enteré del incidente pocas horas antes de tomar el vuelo de regreso a Bogotá desde San Francisco. Se imaginarán cómo pasé todas esas horas en el aire con tanto tiempo para pensar y la perra aún en riesgo de infección y rascándose las suturas. En aras de ahorrarle ese mismo sufrimiento a mi hermana, solo le contamos cuando hubo llegado desde Buenos Aires. Para ese entonces, Misaki ya se encontraba fuera de peligro.

No entiendo por qué el vecino insiste en mantener a su perro encerrado en un garaje con puertas de vidrio si las vive rompiendo, poniendo a todo el mundo en peligro. Ahora Misaki está sin un ojo y ese perro agresivo sigue campante, seguramente porque no es un pitbull sino un perro lanetas que uno tomaría por amistoso. Lo peor es que ante la primera mención que hice del hecho (cuando Misaki todavía estaba en la clínica en condición delicada), la respuesta que obtuve fue que ahora ella se iba a volver vengativa contra nosotros porque “esa raza es así”. El pitbull siempre tiene la culpa.

Afortunadamente Misaki ya salió adelante de este episodio y conserva su temperamento alegre de siempre. El otro día vi How to Train Your Dragon y me hizo llorar mucho porque tiene que ver con eso de que la vida sigue incluso con partes del cuerpo faltantes. Y sí, la vida de Misaki siguió. Para fortuna nuestra, siguió.

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