Buenos días. Es otro día como todos los días. Música, desayuno. Mi estómago sigue vacío. Mis oídos también.
Me pongo de pie frente al ventanal. Me quito la camiseta para revelarme en todo mi esplendor a un pintor que sin previo aviso ha invadido mi hasta entonces impenetrable balcón para pintar las barandas. De su brocha van saliendo las varillas brillantes de vinilo con sus respectivas sombras. Es un pintor hábil. Antes había solo aire detrás del vidrio, podría haber salido volando de ahí si hubiera querido, pero ahora me están encerrando. Saben que soy peligrosa.
Me doy la vuelta. En medio de mi habitación hay una clara división entre la luz y las sombras. Al otro lado hay alguien, adivino, pero no puedo verlo. Pronto el negro se vuelve azul se vuelve una colcha con manos que hace mñam mñam mñam y se restriega la cara. No sé quién es ni qué hace su dimensión en mi casa. ¿Es otra hora donde usted está? ¿Me conoce? ¿Me está soñando?
No hay más mundo más allá de estas rejas, más allá de él.
No abra los ojos. No oiga los perros ladrar. Es usted o yo. Usted mismo impuso los términos de este delirio: soy peligrosa y me rehúso a que se limite a imaginarme cuando esté aburrido.
[ Growing Up Falling Down — Paul McCartney ]
>Aquí es donde el público piensa "Olavia Kite está en las drogas".
>Yo lo que me pregunto es qué tipo de drogas.
>Alucinógenas, naturalmente. De todo tipo. Yo creí que ya le había hablado de mi problema.
>Disculpe, tengo pésima memoria.