(Sittin’ on) The Dock of the Bay

Habría una manzana en la mesa, de no ser porque no poseo mesa y las manzanas me parecen frutas aburridas. Cuando vemos películas nos extrañamos de ver a la gente caminar grandes distancias dentro de su apartamento para alcanzar la puerta. Dan un paso y otro y otro y otro y nada que terminan de atravesar el pasillo, qué envidia.

El clima mejora y a medida que se hace más húmedo nos damos cuenta de cómo nos convertimos en blanco de silencios incómodos y miradas sospechosas. No me dignaré buscar una explicación detallada a este fenómeno: todo se remonta al día que me enfrenté a esa persona y no cedí a sus caprichos. Ahora da lo mismo uno más, uno menos. Ya me volví antipática y todo. No sé si comprendan esto, pero dentro de mi coraza me siento mucho más libre que tras la máscara sonriente que requiere aquel círculo social. Aprecio el silencio de esta nueva vida: las pocas palabras que a través de él se filtran tienen mucho más peso que el ruido de las risas vacías.

(Señorita: si usted saluda a todos los presentes menos a mí y me ignora deliberadamente durante toda la conversación no haga un show porque no le estoy sonriendo al vacío.)

Tengo gafas nuevas y queratitis. Todavía no recuerdo bien cómo me veo, tengo que mirarme al espejo para saber qué tipo de decisión tomé esa tarde en la óptica frente a mi reflejo borroso.

Son las cuatro de la mañana y ya está amaneciendo. No sé cómo pretendo volver a dormir si en menos de una hora el sol estará acosando mi cara. Y este azul intenso de las ventanas me dice que va a brillar bien fuerte…

[ Change Is Gonna Come — Otis Redding ]

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